domingo, 9 de noviembre de 2008

TEMIS "LA DAMA DE LA JUSTICIA"

UNA PUÑALADA POR LA ESPALDA

El reloj tocaba las doce campanadas y ya se empezaba a sentir el frío de una madrugada de agosto. Dentro de una habitación en un pequeño departamento, una taza de café y un par de radios conectados a la central de policía, acompañaban el eterno esperar de la oficial Fernández. Alexia, como de costumbre, habìa regresado de un agotante día de patrullaje, en el que capturó a tres ladrones que solían arranchar carteras cerca de los puentes del Rímac. Sin embargo, ella estaba tras las huellas de alguien mucho más grande. Se habìa desvelado toda la semana, tratando de atar cabos sueltos, de resolver enigmas… estaba muy segura que era cuestión de horas encontrar al asesino en serie que llevaba en su historial la muerte de trece prostitutas de la avenida Arequipa.

Alexia estaba detrás de este caso, que en la comisaría decidieron archivar por falta de pruebas. No obstante, seguían apareciendo los cadáveres descuartizados de prostitutas. Ella no podía ignorar la muerte de tantas mujeres y a pesar del oficio al que se dedicaban, seguían siendo mujeres de carne y hueso atrapadas en una sociedad ingrata que las catalogaba de monstruos sin derechos.

Cerca de las dos de la madrugada, un aviso por la radio alertó a Alexia. Una mujer habìa reportado la presencia de un misterioso hombre merodeando por la avenida Arequipa. Debido a los múltiples llamados de ayuda, la policía no iba a atender a este no confirmado informe. Pero Alexia sí lo haría.

Después de dos semanas de relativa tranquilidad, el asesino volvería a atacar. Alexia no podía desaprovechar ni un solo segundo porque la vida de otra mujer estaba al borde de un hilo. Rápidamente se puso sus botas negras cómodas para correr, una chaqueta oscura y debajo un chaleco antibalas y cubrió su cabello con un gorro negro. Cargó sus dos pistolas 9mm con silenciador y alisto su visor infrarrojo.
Abrió la puerta de su departamento ya no como la oficial Fernández, ahora era la indestructible Temis. La prensa popular la nombró como la reencarnación de la diosa de la justicia y bajo ese alias, Alexia ocultaba su identidad de las bandas y mafias que ya habían puesto precio a su cabeza.

Llegó a las cuadras de la avenida Arequipa por donde se suponía el asesino asechaba a su próxima victima. Jamás lograría acercarse con esa apariencia. Sin embargo, Temis además de ser la diosa de la justicia, era también la diosa del camuflaje. Una minifalda, una peluca rubia, un lápiz labial rojo y unos lentes oscuros ayudaron a Temis a introducirse en el mundo de las prostitutas.

Se paró en una esquina y caminaba de un lado hacia otro moviendo su cartera. De pronto una camioneta negra de lunas polarizadas se detuvo frente a una de sus colegas. Temis solo logró ver un puro que salio por la ventana del conductor, esa era la pista que necesitaba debido a que siempre los cadáveres tenían cenizas de puros.

¿Seria ese sujeto el asesino? Temis no lo dudó y cuidadosamente subió a la maletera de la camioneta para seguirlo. Cuando la camioneta se detuvo, ella bajo sigilosamente. Se dio cuenta de que ya no estaba en la ciudad. El asesino habìa llevado a su victima a una caza de campo en Chosica.

Alistó su arma y muy silenciosamente rodeó la casa. Distinguió una entrada trasera y se introdujo en ella. En el camino encontró una serie de cuchillos, que serian utilizados para descuartizar a las mujeres, también habían muchas manchas de sangre. Subió las escaleras, divisó al asesino y se coloco detrás de la puerta del dormitorio.

La prostituta aún con vida se dirigió al baño dejando solo en la habitación a su verdugo. Temis, al ver desarmado a su villano, entró con su pistola en manos. Apuntándolo, le gritó que se tirara al piso con las manos sobre la cabeza. Logró reducir al asesino, quien no dejaba de repetir su inocencia. Temis creyó en el éxito de su seguimiento y se disponía a llamar a la policía. No obstante, al momento de sacar su celular, sintió el pinchazo de una aguja que se clavó en su cuello.
Habìa sido sedada por la prostituta. Temis intentó disparar, pero perdió el control de su cuerpo rápidamente. Se desvaneció y cayó al suelo. Pasaron un par de horas, todavía desconcertada Temis despertó. Estaba atada a una silla y amordazada. Se percató que estaba e el sótano y no tenia puesto el chaleco antibalas ni sus armas.

Forcejeó e intentó zafarse, todo fue en vano. De repente, empezó a oír como afilaban unos cuchillos del otro lado de la habitación. Ella no le temía a la muerte. Pero temía irse sin haber vengado la muerte de su amiga de la infancia y dejar a muchas mujeres desprotegidas y olvidadas por la sociedad machista. ¿Sería acaso el fin de Temis?

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