(El rey Luis XVI, la reina María Antonieta y sus hijos Luis José y María Teresa salen en un carruaje del palacio de Versalles, debido a una trifulca de pobladores que amenaza sus vidas)

¡Mis rosas! ¡Mis bellas rosas de Versalles! Serán lo que más voy a extrañar. Aunque muchos piensen que me duele separarme de la pomposidad y lujo del castillo, la verdad es que mis hijos llenan mi vida muchísimo más que las fiestas, vestidos y joyas. Mi pequeña María Teresa y Luis José, ellos son quienes realmente me importan y temo mucho por su seguridad. No es justo que sean despojados de la comodidad de su hogar por errores y prejuicios que ni si quiera comprenden.
Recuerdo como si fuera ayer, cuando pisé por primera vez Versalles. Era tan solo una niña de quince años deslumbrada por la grandeza de Francia y manipulada por mi madre. Todos murmuraban celosamente a mi llegada, todos me observaban con una cierta desconfianza y siempre fui para ellos la austriaca. Ahora me llaman “Monstruo femenina” y “Madame Déficit” la despilfarradora.
Mis amigos, quienes creí ser mis amigos, me cierran las puertas de sus casas. No desean que se les involucre conmigo, tienen miedo de ser juzgados. Si embargo, antes les encantaba decir que me conocían, que jugaban conmigo al póker y que asistían mis fiestas de té. A pesar de ello, los comprendo. Están asustados, le temen a la fuerza que está cobrando la revolución.
Mi esposo no me lo ha dicho, pero yo sé que él también está aterrorizado. Por la noches no puede dormir en horas, la preocupación lo está matando rápidamente. Quizás Paris piense que soy manipulable y poco preparada para el trono, pero no soy tonta y presiento que algo muy grande se avecina.
Luis cree que ignoro lo que está aconteciendo porque vivo sumergida en un mundo de frivolidades. Pero estoy muy enterada de todo. Sé que ellos piensan que si me voy me llevaría todas las maldiciones del pueblo y que la autoridad real sería totalmente regenerada y restaurada. Buscarán cualquier motivo para destruirme. Es la verdad, Francia nunca me quiso aquí y ahora sé que desharán de mí, pero primero lo harán con Luis. Solo pido que no toquen a mis hijos y los lleven a Austria por su seguridad.
Le he comentado a Luis la idea de irnos a Austria. Sin embargo él como rey no puede abandonar el trono y dejar que la revolución gane. Lo comprendo perfectamente, como lo he venido haciendo todos estos años y como su esposa y aún reina de Francia me quedaré a su lado para enfrentar todo lo que venga. Sé que les dirán muchas cosas terribles a mis hijos de mí, pero jamás les dirán que su madre fue cobarde.
Ahora partimos a las afueras de Paris, para proteger a nuestros hijos y siento que hoy fue la ultima vez que vi al sor salir desde la ventana de mi habitación en el majestuoso Versalles.
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